Rodar, recorrer kilómetros. Rectas que parecen no tener fin. Ruedo, ruedo. Llego a un poblado y de pronto sorprendo a mis pensamientos erráticos que iniciaron en cualquier cosa y ahora están en otro viaje, lejano, contigo. Eso me sirve para despertar de nuevo, ordenar un poco las ideas y regresar mi atención al camino.
La rodada de esta ocasión es la que tenía planeada para el domingo 31 de enero. Surge a expresa invitación de Alain, un amigo que me dejó un comentario en la rodada al Puente del tren de Río Chico donde me invitaba a visitar su poblado de origen (Cuencamé) y una presa que por ahí cerca se encuentra. Son las 11a.m. Luego de hacer un poco de desidia por dejar la cama en una fría mañana de este cambiante mes de febrero salgo de casa a bordo de la briosa DR.
Aunque ya se que el rumbo es carretera a Gómez Palacio tomo el inicio de la carretera libre a Mazatlán, hasta entroncar con el periférico que me saca rumbo a mi destino. Un buen rodeo a la ciudad de Durango, todo sea por librar el intenso tráfico matutino de un domingo de invierno… Voy por este periférico y veo varios ciclistas, la mayoría van en solitario, algunos lo hacen en grupo muy bien organizados. De pronto voy adelantando a un ciclista que se ve trae bicicleta y vestimenta de elevado costo, además viene en sentido contrario otro en condiciones más “comunes”. Éste último saluda al primero, pero veo que no es correspondido. Con esto me doy cuenta que los Zeus no sólo habitan en el Olimpo del motociclismo, ¡los hay en todas las disciplinas! jaja
Dejo el periférico, tomo la carretera libre a Gómez Palacio que ya he recorrido en la DR en al menos dos ocasiones hasta Guadalupe Victoria. Esta vez llegaré un poco más lejos. Esta carretera no es la mejor para andar en moto, pues es recta, plana, aburrida, los paisajes no son tan buenos. Eso era lo que yo creía y así es al menos hasta llegar a Yerbanis. Al contrario de lo que pensaba, apenas unos dos automóviles de reciente modelo me rebasan en todo el camino, porque aunque voy a 100, máximo 110km/hr eso me es suficiente para ir adelantando camionetas locales, trailers cargados, automóviles, tractores, etc. Así que después de todo, por este día y esta ocasión esta carretera deja de ser un peligro para los motociclistas con autos que van “leyendo placa”.
Paso por Francisco I. Madero, luego por Guadalupe Victoria donde más tarde me enteraría que me vieron pasar al menos dos amigos de Burros Bravos ATV & Enduro. Una disculpa amigos por no haberles avisado y/o invitado, pero decidí tomar este destino a última hora antes de salir. Casi siempre lo hago así, pero a la próxima al menos les diré para pasar a saludarlos…
Continúo, más rectas con curvas larguísimas y suaves que saben a más recta. Llego a Yerbanís luego de dejar que me rebasara un trailer que seguramente venía vacío y que luego que me pasó venía pasándose de un carril a otro, yo creo se venía quedando dormido su chofer pues algunos metros más adelante se detuvo a un lado de la carretera.
Paso por Yerbanís, veo que la carretera me aproxima a cerros y con ellos llegan unas cuantas curvas, no son muy buenas pero ¡le dan variedad a la ruta! Luego unas cortas rectas y las curvas se ponen mejor, nada que ver con las del Espinazo del Diablo pero las puedes tomar a 60, 70km/hr y ¡se disfrutan como las que más! Sobre todo al contrastar con el camino que les precede abundante en rectas.
Llego a la 1p.m. con bastante hambre, pues lo único que había ingerido en todo el día fue una mandarina a las 10a.m. aproximadamente. Veo, busco, recorro la calle principal de Cuencamé, encuentro un restaurant de carnes, luego otro de comida corrida junto a la plaza, más adelante otro que parece fuente de sodas y así por el estilo otros más. Decido regresar y quedarme en el que está junto a la plaza. Siempre me ha gustado comer en sitios con esa ubicación. Como traigo mucha hambre sólo pido un chile relleno y una torta de pierna. Según yo será suficiente con eso para calmar mis ganas, pero ignoraba que el chile se servía con arroz y frijoles con queso y que además la torta era de un tamaño generoso y bien servida. El sabor es bueno, está servido en proporciones grandes y la atención es muy buena. Así que les recomiendo este lugar para comer en Cuencamé.
Con el estómago lleno (tal vez demasiado) me dirijo a la plaza a tomar algunas fotos, ya son las 2p.m. y no tengo el tiempo necesario para conocer, así que solo tomo algunas fotos rápidas, te hago saber un poco de mis planes y los comienzo a ejecutar. Pregunto a algunos taxistas en la plaza como llegar a la presa La Fe o al poblado del mismo nombre. No me dan indicaciones claras, sólo me dicen que vaya por el Pasaje, por ahí derecho, pero ni siquiera me saben decir como tomar esa carretera. Los abandono y me voy por donde creo que es de acuerdo al mapa y tomo el libramiento de Cuencamé en dirección a Gómez Palacio. No veo ninguna señal de algún camino que me conduzca a mi destino, así que por pura intuición tomo una calle donde se ve un hospital, el Hospital Regional, ahí le pregunto a unas señoras y me dicen que voy bien, que siga derecho, lo dicen con mucha seguridad. Me impresiona como es que estas señoras me den mejores indicaciones que los taxistas, que son quienes se supone conocen de calles, lugares y caminos ¿no?
Ahora si, la DR está lista para conocer nuevos rumbos, yo también. No se a donde me dirijo, sólo se ve seco, olvidé traer mis cartas topográficas del INEGI que me serían de gran ayuda. No importa, me guiaré con las foto-guías o con la gente del lugar. La carretera es pavimentada pero en ocasiones tiene muchos baches y gravilla sobre la superficie de deslizamiento. Paso por El Tanque, luego por Pasaje (donde confirmo mi camino con un joven de aspecto cholo pero actitud hospitalaria) y llego a La Fe, donde se termina el pavimento. Pregunto a unas señoras que están sobre una tortillería y según yo entiendo sus simples indicaciones. Error. En unos minutos el camino se ha terminado y estoy en el panteón del lugar.
Regreso al pueblo y pregunto en una casa. No me saben decir bien, luego de algunas vueltas por el pueblo creo encontrar el camino y ahí voy. No estoy seguro que es el correcto pero al menos no se ha terminado y lo recorro, simplemente ruedo. Creo que mi rumbo es correcto. Voy en terreno plano, la vegetación es semidesértica y no hay ningún árbol que ofrezca sombra. La terracería está en buenas condiciones, no tiene material suelto así que me da mucha confianza y voy a 80km/hr la mayor parte del tiempo. Ocasionalmente hay vados que me hacen dar saltos, en algunos si controlo a la moto, en otros ella lo hace conmigo. En uno salto demasiado, las dos ruedas despegan al menos por 1 metro del suelo. De pronto una larga recta que tomo muy rápido con una sensación de que el camino me va “meciendo”, pues ese efecto se crea en la suspensión de la DR, me desconcierta un poco pero se disfruta, una nueva experiencia.
Más adelante el camino tiene material suelto por unos pocos kilometros así que bajo un poco mi paso. Llego a una puerta cerrada sin candado, tengo la impresión de entrar en territorio prohibido, casi un mundo extraño donde no hay vida, donde bien podría quedar tirado y nadie se daría cuenta de ello. Me da un poco de nervio, pero decido pasar pues no hay nada que me lo impida. Rápidamente veo el letrero de Conagua que indica la ejecución de trabajos en la presa Las Mercedes ¡Voy bien! Aunque venía disfrutando muchísimo mi rodar no sabía realmente a donde me dirigía y eso me preocupaba un poco.
Ahora el camino está recién construido, en las rectas puedo acelerar bastante pero en curvas tengo que frenar un poco pues la tierra suelta no me da nada de confianza. Me siento muy bien rodando aquí, se me antoja para un rally de dobles propósito jeje. Llego a la presa luego de algunos ligeros derrapes controlados y algunos saltos en los vados de concreto que encontré a mi paso. De la presa no tengo mucho que decir, no es un destino turístico ni hay infraestructura para ello. Simplemente es un oasis en medio del semidesierto y aquí les dejo unas fotos para que lo admiren por ustedes mismos:
Luego de un breve recorrido por la cortina de la presa regreso ahora un poco más rápido, disfrutando el paisaje semidesértico de vegetación pero totalmente ausente de presencia humana. De día no se ve actividad, no parece haber animales, creo que de noche es donde este tipo de sitios cobran vida, así que me gustaría algún día acampar en este tipo de paisajes. De preferencia en la Zona del Silencio, viendo estrellas mientras escucho los sonidos de la oscuridad. Regreso con la intención de disfrutar igual o más el delicioso camino de terracería que apenas recorrí.
Avanzo, me detengo a tomar un foto, luego otra vez ahí voy rápido, tal vez demasiado, ya que en una curva no se si fue distracción o exceso de confianza, pero estuve a punto de caer. Así es, además de la caída de Pedro hubiésen podido conocer de una caída en tierra… Voy en una bajada, el camino me ofrece dos rodadas de llantas de camioneta con buena adherencia y por el centro una franja de tierra suelta. El camino es recto, a lo lejos hay una curva a la derecha pero yo simplemente acelero creyendo que aún falta mucho para llegar, pero el camino es un poco traicionero, pues comienza a curvear gradualmente, no me percato de ello y no he disminuido la velocidad. Para cuando llego a la parte más cerrada de la curva voy demasiado rápido, sobre la franja de tierra suelta y no tengo la confianza ni para frenar o para corregir la trayectoria. Trato de frenar así que automáticamente me dirijo hacia fuera del camino pero al menos he disminuido mi velocidad de unos 60 a 45km/hr. Conscientemente estoy seguro que caeré, así que me mentalizo para sufrir el menor daño posible, pero mi subconsciente hace el trabajo: freno lo justo, luego acelero ya con la rueda trasera prácticamente fuera del camino, hago varios derrapes que me ponen en el rumbo correcto y sin necesidad de poner pie a tierra y con el corazón latiendo al máximo continúo mi camino. Primero voy lento, pensando en lo que acaba de ocurrir. Paso la puerta que me trae de regreso al mundo real, a donde hay personas.
A partir de aquí comienzo a disfrutar nuevamente la rodada luego del pequeño susto de mi casi-caída. De nueva cuenta me dejo mecer por el camino, salto algunos de los bordos. Ya no tengo necesidad de preguntar en La Fe mi camino para regresar a Cuencamé. Ya lo conozco. Paso por Pasaje y El Tanque, llego a Cuencamé donde cargo gasolina y regreso, simplemente regreso disfrutando primero las curvas entre Cuencamé y Yerbanís y luego rodando, dejando mis pensamientos fluir y que raro, fueron hacia ti.
Paso de nuevo por Guadalupe Victoria, me detengo a descansar un poco pues el sol me ha pegado directo en la cara prácticamente todo el día. Entre Victoria y Francisco I. Madero veo el único motociclista de la rodada. Viene en dirección contraria y al parecer fue una Suzuki EN125, lo saludo y de inmediato recuerdo al Motoso jeje. No hay mucho más que decir del regreso, fue monótono, aburrido, ideal para meditar un poco. Tal vez música de compañía me hubiera hecho más agradable el camino, pero no se pudo, ¡la olvidé en casa! Definitivamente este tipo de carreteras con rectas interminables no me gustan. Pero en fin, todo el camino desde Guadalupe Victoria hasta Cuencamé y la presa me agradaron bastante, por el simple hecho de ser algo nuevo. Creo es la primera vez en mi vida que paso por ahí… Al final me faltó hablar de los poblados por donde pasé, principalmente La Fe, que son muy peculiares y humildes. Aún así siento que me faltó tiempo para conocerlos y dar una reseña justa.
Distancia total recorrida: 375km (unos 30km aprox. fueron de terracería)
Fin