Me decido a escribir este relato con dudas sobre la mejor introducción que pudiera hacer. No quiero empezar con una frase o un párrafo que englobe todo el significado de esta rodada, prefiero que conforme vayas leyendo entiendas todo lo que vivimos mi mochila y yo en un perfecto día para rodar; aunque de momento sólo quiero hablar de cuando sentí pena. Sí, sentí pena pues el sonido otras veces grandioso que emana del escape de la DR, por esta ocasión fue grosero y contaminó los cálidos rayos de un atardecer que concluía reflejando, mientras agonizaba, los colores de una hermosa mirada.
¿Al Espinazo del Diablo? No, mejor esperemos a que llegue mi cámara. ¿Tres Molinos? Si quieres, está bien, pero mejor un lugar al que no hayas ido… Y así de pronto entre diversas alternativas de rutas ya contempladas anteriormente, surgió una cuyo destino bien valía la pena y el camino en esta ocasión podría ser una gran experiencia. Con quince minutos de retraso llegué a la cita, antes había preparado las cosas con mucha calma y con bastante tiempo de margen, tratando de que no se quedara nada, pero cuando me di cuenta ya era tarde y casi corriendo salí de casa a llenar el tanque, y ahora si pasé por Ruth, así que a las diez y media de la mañana apenas vamos saliendo por la carretera que va a Canatlán. El día es ligeramente fresco, voy nervioso pues es la primera rodada que hago con Ruth y espero no decepcionarla con esta experiencia que como se lee por aquí, disfruto realizar regularmente cada fin de semana. Apenas en las afueras de la ciudad, pasando La Tinaja, hay un retén de soldados donde han detenido para revisión a cinco motociclistas. Creo que todos iban en motos tipo chopper y al verlos recordé una revisión similar cuando rodé en compañía de Almighty, Patán y Alx de Coyuca a Toluca, así como la desagradable sorpresa que se llevó un oficial al buscar a tientas en un bolsillo de mi maleta… Por fortuna nos dejaron pasar y ahora si con los primeros kilómetros que vamos dejando atrás me relajo y voy disfrutando esta rodada. La carretera es un tanto monótona, pero hace bastante tiempo que Ruth no andaba por aquí, así que me contagio de ella y voy disfrutando los paisajes viendo las cosas desde otro punto de vista, como si fuera mi primera vez aquí y justo pasando Villas del Oeste, tras una gran bajada se abre un paisaje formidable con un inmenso e infinito llano al centro y dos cadenas de montañas en ambos extremos… Rodamos por una carretera de dos carriles por cada sentido, vamos por el carril derecho y de pronto nos rebasa pasando excesivamente cerca una Harley, no se si lo hizo a manera de intimidación, para saludar o con que objetivo, pues incluso yo ya lo había visto por el espejo y apenas alcancé a sacar mi celular para tomarle una foto cuando me sorprendí al verlo pasar tan cerca…
Luego de contemplar cambiar los cascos por unos sombreros charros en Morcillo muy al estilo de las fiestas de estas fechas, continuamos y rápidamente llegamos a la Presa Peña del Águila, donde luego de que nos exentaron de pagar la cuota de ingreso, simplemente disfrutamos de un cuerpo de agua tranquilo con un ligero oleaje, y vimos como una familia iniciaba un buen día de campo mientras intentaban volar algunos papalotes. Algunas fotos, intentos de hacer “patitos” y menciones de caminos alternativos para el regreso después, decidimos continuar pues la mañana avanzaba rápido y aunque el camino no era largo, apenas empezaba y ya habíamos gastado bastante tiempo de este domingo.
Redescubriendo estos paisajes de los cuales Ruth iba tomando varias fotos en movimiento, vi algunas lagunas perennes con plantas parecidas a las nenufar. Rápidamente llegamos a J. Guadalupe Aguilera, donde en un Oxxo Ruth compró pilas para su cámara y algunas galletas para desayunar. Mientras yo esperaba fuera, un señor que pedía para un taco comenzó a preguntarme nuestro origen, destino, el motivo de nuestro viaje, etc., ya luego nos confió que el se dedica a la pizca de la manzana en las huertas de la región, así como de otras frutas, pero cuando no es temporada de esas actividades siempre busca la manera de sostenerse y sostener a su familia. Tal vez no será la forma mas honrada de ganarse la vida el pedir dinero como este señor, pero vaya, no le hace daño a nadie, honestamente nos cuenta sus motivos y es bastante válido desde mi punto de vista. Ya es decisión de cada quien si aporta o no para el gasto de él y su familia. Ya después comenzó a hablarnos de las recientes campañas de los políticos por algún cargo de elección popular y sus promesas, como es que a él lo han dejado esperando por un prometido trabajo en el municipio. Está convencido de que los políticos le dan los puestos de trabajo a sus amigos o a los ricos. Después de esta y otras reflexiones continuamos desviándonos con dirección a Canatlán.
Primero pasamos por Santa Lucía que tiene una plaza muy agradable para pasar una tarde descansando, pero no nos detuvimos ahí y seguimos hasta Canatlán, donde por error nos internamos cerca del centro de esta pequeña ciudad, para luego preguntarle a un vendedor con acento yucateco por la salida a Nuevo Ideal. Vamos rodando por largas rectas, sólo una vez había pasado por aquí en la DR200, y fue cuando regresaba de aquella rodada a Santiago Papasquiaro por un camino casi inexplorado. Ruth va tomando de pronto algunas fotos, hay poco tráfico y aunque aún falta el destino, creo que ha sido la mejor decisión por hoy hacer esta ruta, además de que se disfruta mucho rodar con mi mochila, aunque la idea original era ir a el Espinazo del Diablo, la falta de una cámara tan esperada hizo que dejáramos ese destino para luego.
De pronto luego de recorrer una recta llega una curva ligeramente cerrada, Ruth va un poco distraída así que al sentir como comienzo a inclinarme rápidamente se sujeta y a continuación se abre ante nosotros la magnífica de vista de la parte sureste de la Laguna de Santiaguillo. Es impresionante su tamaño, sobre todo porque estamos aún un poco lejos. En su extremo noreste se ve bordeada por altas montañas que engalanan aún mas el paisaje. Aquí les dejo un extracto del texto La Laguna de Santiaguillo: Casa de Aves Acuáticas, primera parte, del articulista Jorge Servín publicado en www.durangoturistico.com:
“Desde hace miles de años una veintena de especies de aves acuáticas migratorias (Patos, cercetas y gansos) vienen a pasar el invierno a la Laguna de Santiaguillo, Durango, México y no faltan a su cita año con año. La mayor parte de los individuos provienen de la región central del Norte de Estados Unidos de Norteamérica y Canadá, en las orillas de los grandes Lagos y la Bahía de Hudson. Sin embargo, también arriban grupos de especies que nacen en Groenlandia (Islandia) y en Siberia (Rusia).
La Laguna de Santiaguillo, es el Humedal más importante del Estado de Durango y del Centro Norte del País, así mismo es considerado uno de los treinta humedales más importantes de Norteamérica (NWCC).
Es un área que recibe el agua de los escurrimientos de las montañas de su alrededor, la cual se acumula en el fondo del Valle y no tiene salida por algún río, es decir, el agua acumulada por las lluvias se pierde por evaporación y por el uso extractivo para actividades agropecuarias.
Actualmente la Laguna, está formada por dos grandes cuerpos de agua de similar extensión. Al Noroeste, se encuentra el cuerpo de agua (Laguna) que mantiene agua todo el año, y al Sureste se localiza la Laguna que solo recibe agua durante la época de lluvias y mantiene agua de junio a enero. Ambas abarcan una superficie de entre 27,000 a 30,000 Hectáreas.
“Por sus características biológicas y de diferentes ecosistemas que hay en la Cuenca de Santiaguillo, tiene un alto valor para la Conservación Biológica, por lo que existe un programa de conservación y de manejo de la vida silvestre en la zona. Este programa tiene especial cuidado para que este valor biológico y escénico se mantenga y se incremente el Valor de Uso Sustentable de la Fauna Silvestre.”
Continuamos rumbo a Nuevo Ideal, la carretera es tan recta, en general está en buen estado y solamente en ocasiones detiene un poco nuestra marcha con topes en los poblados por los que vamos pasando. La zona en general me da un aspecto de buen auge económico, o al menos eso parece que fue hace poco tiempo, pues se ven diversos comercios a la orilla de la carretera, algunas tiendas de productos de segunda mano, ferreterías, restaurantes donde se venden platillos elaborados a base de productos menonitas. Pasamos por Guatimapé y adelantito de ese lugar nos encontramos una antigua iglesia, que es la capilla de Hacienda de San Miguel de Guatimapé, la estábamos contemplando y tomando algunas fotos mientras criticábamos la aparente restauración de la que fue objeto no hace mucho tiempo y que sin duda viene a arruinar su aspecto original, algo similar a lo que pasa con la Catedra Basílica Menor de Durango. Nos preguntábamos sobre la casa grande de ésta Hacienda cuando del otro lado de la carretera la encontramos en un estado deplorable, aunque el edificio conservaba su bello aspecto y encanto, todo su entorno la hacía pasar casi inadvertida, con maleza que deslucía completamente su esplendor.
Luego de pasar por una pequeña pero bonita y bien arreglada casa, donde hay un letrero en el cual se anuncian masajes orientales, llegamos a Nuevo Ideal, pero no nos quedamos a conocerlo y en su lugar continuamos con la ruta original, que es desviarnos a la derecha para recorrer un camino que rodea toda la sección noroeste de la Laguna de Santiaguillo, pasando por las diversas colonias de menonitas que desde hace bastantes años se asentaron en la zona. De inmediato se ven las diferencias entre las comunidades menonitas y las similares de mexicanos. En todo este conjunto de comunidades y campo menonita se ve orden, un buen aprovechamiento de las tierras, limpieza, pastos podados, flores adornando los jardines y así, en general se nota un buen pero austero estilo de vida. Los menonitas que vimos caminando sobre la carretera o descansando a la sombra de algún árbol, en su mayoría visten con sus ropas tradicionales y centenarias, pero algunos ya se visten más acorde a la moda mexicana, incluso, a diferencia de algunos años atrás, ya no se ven carretas jaladas por caballos, pues ahora todos se mueven en vehículos de motor. Creo que de algún modo se están adaptando a nuestra cultura, lo cual no es necesariamente bueno, pues leyendo sobre su pasado y costumbres son un pueblo bastante pacífico, que se vieron obligados a emigrar de su natal Alemania y Países Bajos, donde no tenían libertad de culto y ahora viven en varios estados del país, siendo Durango y Chihuahua dos de los sitios donde han encontrado mayores espacios. Hasta hace poco tiempo aún vivían sin energía eléctrica y sin tantos artefactos de la vida moderna, dedicándose a labrar la tierra, cosa que aún hacen, pero poco a poco se van modernizando. Para más información de este pueblo puedes consultar aquí y también otro artículo aquí.
Continuamos rodando sorprendidos en medio de esta cultura para nosotros desconocida, y nos quedamos con las ganas de conocer un poco más, de acercarnos a alguno de los dos grupos de jóvenes que vimos conviviendo a la orilla de la carretera junto a una camioneta. Acercándonos a las montañas y nubes que las coronan pasamos por Miguel Negrete, sitio donde hace once años aproximadamente, estuve una semana desarrollando trabajos de topografía para el proyecto de la bacheada carretera que ahora existe en la zona. Pasamos por un cerro que recuerdo quisimos subir a modo de competencia mi amigo Abel y yo, jamás lo hicimos pero de ser posible sería un gusto hacerlo ahora, aunque supongo ambos distamos mucho de la condición que teníamos en aquellos años.
La idea era encontrar un camino que nos acercara a la Laguna y contemplarla de cerca, pero no había sacado el mapa para consultarlo y en lugar de eso preguntamos a un ciclista que iba pasando. Nos indicó fácilmente el camino y en cuanto lo encontramos lo tomamos, era una terracería que lucía sencilla, por momentos con algo de lodo, incluso en una ocasión al pasar por la orilla de un gran charco la llanta trasera se fue acercando poco a poco sin remedio al agua lodosa, por poco temí por la seguridad y el que Ruth mantuviera limpia su ropa y calzado, pero afortunadamente pude enderezar la moto a tiempo y salimos secos de ese obstáculo. Luego fueron otros charcos similares de los cuales igual salimos bien librados, pero más adelante de pronto el camino es arenoso, nos descontrolamos un poco, pero bastaba con acelerar para recuperar el equilibrio, luego vino algún otro descontrol fuerte pero sin nada que lamentar y llegamos a la Laguna…
Apenas empezábamos a admirar el lugar, la inmensidad del agua, el aparente abandono en el que está y la soledad y tranquilidad, cuando de pronto vemos que se acercan tres vehículos, en el primero venían algunos hombres y no pude evitar sentirme intranquilo ante su presencia, pero luego vi que en las otras dos camionetas venían varias mujeres con niños, así que ya mas relajado seguimos disfrutando tomando fotos y los minutos se pasaron rápido para convertirse en horas, mientras veíamos a los niños jugar en el agua, a los hombres pescar con una red y las mujeres encendían el fuego. Buscamos algún lugar para ir a caminar, pero no se puede pues las brechas que hay están inundadas por el alto nivel de las aguas de este lluvioso septiembre. Luego de varias menciones de Ruth para continuar el camino, pues ambos ya teníamos hambre, yo decidí permanecer ahí y extender un poco más los momentos, pero de pronto llaman a todos los niños a comer y unos minutos después un niño se acerca para indicaronos que “dice mi mamá que si no quieren un taco de frijoles”, inmediatamente se nos dibujó una sonrisa en el rostro, gustosos aceptamos tan amable ofrecimiento y devoramos cada quien el que para mi era el mejor taco de frijoles en mucho tiempo, con generosas raciones de delicioso queso y aunque tenía bastante chile, el sabor seguía siendo de lo mejor.
Con esto finalmente me decidí a continuar el camino para buscar donde comer y dejar por lo pronto esta laguna. Nos despedimos de la familia que nos acogió de gran manera pese a ser unos completos extraños y regresamos por el mismo camino, ahora un poco más rápido e incluso en un pequeño bordo saltamos algunos centímetros del piso… También por esta ocasión en uno de los grandes charcos con lodo Ruth se bajó, pues la llanta trasera prácticamente ya estaba en el agua y podríamos irnos un poco mas para atrás. Retomamos la carretera por la que veníamos y que ahora es de concreto hidráulico, de excelente calidad a comparación de la carpeta asfáltica totalmente salpicada de baches que cruza por las comunidades menonitas. De pronto se termina la carretera y ahora si vamos por terracería, vamos rodando mas cerca de las montañas que bordean a la Laguna, las cuales lucen espectaculares.
De pronto vemos dos jinetes con sus caballos, al darse cuenta que estamos cerca de ellos comienzan a galopar, ¡nos juegan carreras! Fácilmente pero con cuidado los adelanto hasta llegar a algunas desviaciones en el camino, espero a que llegue el líder de esa carrera de caballos para preguntarle por la dirección que debemos tomar rumbo a Guatimapé. La terracería no es buena, aunque es amplia tiene muchísimos baches la mayor parte del tiempo y eso nos impide ir rápido, además de que nos damos cuenta que ya es muy tarde y de seguir a este ritmo probablemente llegaremos a Durango de noche. Llegando a un pueblo preguntamos su nombre y si vamos bien, resulta que estamos en San José de Morillitos y llevamos buen rumbo, así que rápidamente continuamos con la intención de llegar a Santiaguillo (Fuente del Llano), donde según www.durangoturistico.com hay un restaurant que ofrece pescado recién sacado de la Laguna.
Entre árboles y arbustos que despiden un agradable aroma, inesperado y dulce, seguimos rodando por una terracería que no permite ir a buen paso, pues hay numerosos baches y simplemente disminuyo la velocidad ante la presencia de uno, de pronto voy tomando confianza para ir zig-zagueando pues Ruth lo hace algo intuitivo, se acopla muy bien y al parecer va disfrutando igual que yo, hasta que de pronto algún bache grande nos sorprende con el correspondiente fuerte impacto… Risas y una disculpa, pero seguimos nuevamente a buen paso y de pronto eso se repite una o dos veces más. Por momentos la terracería está en buen estado y podemos ir realmente rápido, tanto que en un momento hay una pequeña rampa que nos permite saltar, ¡genial! Si saltar en terracería yendo solo es algo delicado, hacerlo con mochila lo es aún mas, pero da la gran ventaja de compartir esta buena sensación. Llegamos a Melchor Ocampo y también preguntamos por la ruta, encontrándonos a la salida de este pueblo a este pequeño que junto con su rebaño comían pasto y otras cosas no tan saludables.
De pronto la terracería terminó al unirse con una carretera pavimentada, la verdad me sorprendí, no había estudiado el mapa así que simplemente tenía la idea de que aún nos llevaría mucho mas tiempo alcanzar este punto. En Fuente del Llano (Santiaguillo) preguntamos por algún restaurante donde se ofreciera pescado, pero nos dijeron que el único con esa característica estaba cerrado, así que aceptamos la recomendación de otro establecimiento donde pudimos disfrutar de deliciosas gorditas y burritos, especialmente las de picadillo rojo calmaron el hambre que veníamos sufriendo hace bastante rato. Una agradable plática fue el aderezo de esta comida, pero no la pudimos extender demasiado tiempo, pues para nuestra sorpresa ya eran ¡las seis de la tarde! y estábamos a poco más de dos horas de casa, así que sin duda nos tocaría rodar al menos una parte de noche…
No recordaba casi nada del mapa de esa parte del recorrido, simplemente sabía que continuando por la carretera llegaríamos a Guatimapé, pero lo que vimos apenas a las afueras de Fuente del Llano me dejó perplejo: la laguna tan cerca y tan inmensa, parecía encontrarme en un pueblo costero, ideal para unos relajantes días de verdaderas vacaciones. Fue inevitable detenernos en plena curva para captar esta imagen:
Más adelante el camino va junto al agua durante varios kilómetros, a la derecha de nosotros está la laguna, a la izquierda el terreno también es húmedo pero no lo suficiente, a lo lejos hacia donde nos dirigimos se ve la lluvia, una lluvia sin duda fuerte y que implacable y pacientemente nos espera. Nosotros simplemente gozamos de la vista y de rodar junto a este inmenso cuerpo de vida mientras un ligero viento nos recuerda nuestra fragilidad y justo donde parece que nos despedimos para siempre y por hoy de la laguna, un arroyo ancho que alimenta la laguna continúa paralelo a la carretera y justo al comenzar a rodar junto a él una bandada de aves se levanta en vuelo ante la sorpresa de vernos, la mayor parte se aleja de nosotros, pero unos cuantos, los más valientes y curiosos, se atreven a volar un poco adelante y junto a nosotros, comienzo a acelerar un poco y ellos mantienen nuestro ritmo, decido irme a 60km/hr y ahí van también; no se porque lo hacen, no creo que estén huyendo, pues para eso basta con desviarse a la derecha, simplemente nos quisieron acompañar y compartir con nosotros un poco de esa libertad que disfrutan a diario y en toda circunstancia, de eso que para ellos es tan normal y que para nosotros solo es posible disfrutar cuando nos atrevemos a ir mas allá.
Justo cuando ese arroyo que servía de carretera para nuestros ocasionales compañeros de vida se desviaba a la derecha, aceleré para despedirme de ellos y el arroyo nos regaló una vista impresionante que me la guardo en la memoria. Llegando a Libertadores del Llano (Santa Sofía) ya nos caían varias gotas de lluvia, era evidente que pronto estaríamos dentro de un fuerte temporal, así que Ruth se puso el impermeable, yo aguantaría con el forro impermeable de mi chamarra y sólo conseguimos en una tienda una bolsa de hule para la cámara y celulares. De inmediato la lluvia se hizo presente primero de una manera suave, como dándonos la bienvenida. No estaba seguro de que hacer, si buscar refugio o seguir adelante con la intención de llegar al menos a Canatlán. Al llegar a Guatimapé le pregunté a Ruth como venía con la lluvia, respondió que bien y apenas tomando la carretera que nos llevaría hasta Durango la lluvia rompió con toda su fuerza sobre nosotros, fuertes impactos de grandes gotas nos hicieron conocer un poco más de nuestra fragilidad, de pronto un camión de pasajeros que viene de frente nos empapa con un fuerte golpe de agua pero ahí vamos nosotros, simplemente guío lo mejor posible nuestro rumbo, vamos a paso constante y hasta eso el viento no es tan fuerte como para movernos dentro del carril, así que eso me permite continuar con confianza y seguridad, tratando de que mi acompañante pase lo mejor posible esta pequeña gran prueba que este día que iniciaba completamente soleado nos ha deparado.
A Canatlán ya llegamos con el cielo completamente despejado, aún traíamos los impermeables puestos pero preferí no detenernos a quitárnoslo, pues no tenía la certidumbre de que hasta llegar a Durango la lluvia nos respetaría. Ya en La Granja llegamos a las 7:30pm a llenar el tanque, también Ruth compró algunas manzanas para nuestras familias y aprovechamos para quitarnos los impermeables, pues no se veían demasiadas nubes camino a Durango.
Yo solo traía la mica plateada, así que decidí ponerme unos lentes transparentes para seguir viendo mientras el sol se escondía poco a poco entre las montañas del poniente. Automóviles y camionetas que presurosos querían llegar a Durango de pronto hacían un poco delicado el rodar por esa carretera, así que opté por rodar principalmente por el acotamiento, algunas paradas para contemplar el atardecer hasta que llegamos a la Presa Peña del Águila y ahí con unas palabras nerviosas y otras mas que no fueron, y unas fotografías insuficientes con el atardecer mas cálido que he visto en Durango, compartimos un poco de los mejores momentos de esta rodada que casi concluía.
Arrancamos de nueva cuenta rumbo a Durango con el atardecer agonizando y el último trazo de la Presa me hizo sentir vergüenza, por perturbar tan magnífico paisaje, digno de ser disfrutado desde la calma de una roca y con el sonido del agua, golpeteando con impulso propio y el del viento la orilla rocosa y de pronto un ave surcando ese flujo de aire templado y apacible. En esos momentos hubiera preferido ir en bicicleta. Rápidamente avanzamos hasta Morcillo, donde ya era prácticamente de noche y así de noche, unas nueve horas después de haber salido de Durango, estamos de regreso con una gran aventura a cuestas, con momentos para el recuerdo que ahí quedaran, esperando para cuando queramos volver y evocarlos, hurgando en el baúl empolvado de los momentos que hacen la vida.
Distancia total recorrida: 297km, de los cuales unos 23km fueron terracería y otros 16 fueron de carretera en pésimo estado.