Triste es que Leon busque convertirse en una ciudad turística y se pretendan crear atmosferas artificiales, me refiero a plazas y edificios llenos de locales, construcciones carentes de identidad que solo buscan el lucro y lugares llenos de historia queden condenados al grafiti, el olvido, la basura y el olor a orines.
Cuando era niño recuerdo que mi padre se detuvo a mostrarme estos pozos, recuerdo que había agua verdosa y peces pequeños, de eso hace ya unos 20 años, después de eso no volví a detenerme a contemplar el lugar, pasando siempre de largo.
Hace unos días recordé la leyenda y fui a contemplar los pozos, me da lástima ver su estado, ya que aquí surge la que posiblemente sea la primera leyenda de León y para mi gusto la mejor, la historia que habla del origen de los pozos del fraile.
Qué lejos estaba de imaginar el Fraile Juan de Cuenca y Virúes, cuando dio sepultura a la primera persona fallecida en la Villa de León después de su fundación, que Él sería pronto, también de los primeros sepultados en el panteón. Una mujer llamada Juana de León, inauguró con sus restos mortuorios el llamado camposanto de la Villa.
El fraile Cuenca, un tipo de ojos claros, tan claros como el agua, el estaba empeñado en pacificar y educar a los Indios Chichimecas.
Una tarde salió en busca de algunos de los que ya se había ganado su confianza a quienes les había dado alimentos y algunas ropas.
Al poniente de la Villa, se encontraba el cerrito de la soledad, (hoy inmediaciones del Santuario de Guadalupe y la colonia Obrera).
En una loma cercana hacia el norte del cerrito, subiendo por lo que hoy es la calle Apolo, (donde se encuentra la estación de los bomberos) había unas cuevas y chozas donde dormían temporalmente los indios nómadas, quienes al ver caminar solitario al Fraile, se agazaparon entre las piedras y silenciosos le lanzaron una lluvia de flechas, dando en el blanco casi la mayoría. El cuerpo del Fraile Juan de Cuenca Virúes, rodó inerte por el terreno pedregoso.
Los asesinos huyeron hasta ocultarse en las chozas. Sólo uno quedó escondido entre las rocas, quien temerario avanzó con una piedra de obsidiana afilada como cuchillo entre sus manos. De un golpe se la clavó en el pecho, luego levantó el cuerpo tomándolo de la cabellera, y asombrado por el color raro de sus iris, le descuajó los ojos y los arrojó lejos, tan lejos como pudo.
Después en sus mismos hombros cargó el cuerpo y lo llevó a las orillas de la Villa donde lo abandonado en el suelo.
Para evitar represalias y sobre todo pánico en los habitantes de la Villa, se dijo que el Fraile había repentinamente muerto.
Ya sea por cruel o por curioso, buscó el asesino a su regreso, los claros ojos del Fraile muerto. Solo halló dos hilos de agua cristalina en el sitio en que cayeron. Escarbó extrañado con las manos y con las uñas hasta desangrarse los dedos, descubriendo en su lugar tan solo dos veneros.
Cuando la gente de la Villa se enteró de los sucesos verdaderos empezó a visitar los “veneros del Fraile”, (como dieron en llamarles) y al correr del tiempo y con el aumento del caudal de agua clara construyeron dos pozos, uno en cada venero, uno por cada ojo, y desde entonces les llamaron: “Los Pozos del Fraile”.
Así termina esta leyenda que espera despertar un poco de interés por este sitio tan emblemático, si tú eres de Leon, detente un momento a contemplar el lugar y trasmite este relato, tal vez algún día volvamos a ver peces en los pozos del fraile.