Atravesando nubes rumbo al Paraíso Huasteco

Paraiso

Paraiso

Este es un relato diferente, un tanto romántico, líquido, no sólo Biker, pues fue un viaje vacacional; una travesía de dos, en la que el estar con alguien en la motocicleta y atravesando bellezas naturales a través de todos los sentidos fue lo que lo convirtió en inolvidable: La Huasteca Potosina con mi novia, ambos a bordo de una BMW G650gs en la ruta más difícil manejada por mi hasta ahora.

Salimos el 28 de Diciembre a las 7 am con una maleta llena de ropa, sueños, miedos y si algo tenía dentro, eran ensoñaciones del viaje, ¡Por fin llegó la hora!

La idea era partir 5 am, pero Steph, mi novia, y como la nombraré de ahora en adelante aquí, me comenta que el frío y descanso podría ser mermado, es mejor salir 7 am.

La ruta será: DF-Pachuca-Huejutla-Tamazunchale-Aquismón.

Partimos con rumbo a Pachuca. La motocicleta lleva un gran defecto: el posapie Izquierdo de Steph se rompió una noche antes, y ella lleva la pierna volando y rosando el piso en las curvas o compactando su pierna, lo que conlleva gran esfuerzo, eso me dice que debo ser mucho más cuidadoso con mis movimientos, falta un punto de apoyo vital.

Qué frío, ¡Pachuca!

¿Alguna vez les ha dolido la cabeza de frío, han dejado de sentir las dos piernas o algo similar? Pues Pachuca nos la aplicó de tal forma que justo antes de entrar y atravesar la ciudad, decido pararme para hacer sentadillas, brincos, darme cachetadas y poner mis manos en las exhalaciones del escape, Steph está casi igual, pero ella trae un pantalón y chamarra gruesos, me hace bien verla con menos frío que yo.

Como 5 horas en esa moto, joven

La Sierra de Hidalgo comienza a cerrarse y nosotros con ella, las curvas son cada vez más seguidas, los pueblitos cada vez más pequeños y con ello la adrenalina surge, aunque también la preocupación: Google Maps nos daba una velocidad promedio de 80 km/hr. para el viaje, lo cual se vuelve totalmente falso con las curvas que cuesta trabajo pasar a 40, los camiones repartidores que van a 20 por hora, baches en medio de “eses” cerradas y, sobre todo, con lo que falta por venir.

Paramos a cargar gas y preguntamos “¿sabe si falta mucho para Huejutla?” A lo que el gasero nos responde “pues en esa moto como 5 horas, joven”. No lo puedo creer, ¿llevamos 2 horas y media de conducción y nos faltan 5 horas con “esta moto”? Steph y yo nos volteamos a ver con cara de incredulidad, no pueden ser 8 horas de camino, teníamos previsto 7 horas si a caso, teníamos pensado comer, incluso recorrer algún bonito lugar llegando a San Luis. Pasamos al baño, nos sonamos la nariz, limpiamos los cascos y vas para arriba de nuevo, ya que nos faltan, por lo menos, 5 horas.

G650GS

G650GS

Neblina, baches, piso mojado y brizna, todo eso nos dio la Sierra hidalguense. Hace años que no viajaba en carretera con neblina, y jamás había conducido con visibilidad de 5 metros literalmente; sigo autos que se vislumbraban por sus débiles intermitentes y frenadas constantes antes de cada curva. La cosa se puso ruda, ¿tengo miedo? Sí, lo tengo, me preocupa caer y lastimar a Steph. Mi mente comienza a maquinar recuerdos de conducción a la defensiva del curso en Centro Pegaso, un tanto de física y la famosa “Biblia de las curvas” a la par en que descubro cómo es que se maneja una Sierra.

Todo fluye y no dejo de repetirme en voz interna: Tienes una moto muy segura, sabes conducir, ya lo has hecho antes, estas curvas sólo son parte de tu “historial motero”, debes hacer sentir segura a Steph, trágate ese miedo y canalízalo en una “súper conducción”… creo que lo logro.

 Steph me dice que tiene mareos por las curvas constantes, eso me preocupa ya que no vemos un pueblo cercano y no es posible pararnos en medio de las curvas con neblina densa, comentamos que en el próximo pueblo descansaremos, comeremos y ella se tomará una pastilla para el mareo.

 El poblado llega a nosotros, suponemos que es aún Hidalgo pero no estamos seguros: estaciono la moto en un restaurante de paso mientras ella va por una pastilla a la farmacia. Es un privilegio comer, descansar la espalda y platicar a gusto. Terminamos la comida y le preguntamos al restaurantero sobre Tamazunchale, “Falta como hora y media- dos horas, joven”. Sigamos la marcha, la tarde es corta.  Ya es pasado el medio día.

Entramos en Tamazunchale, a escasos 60 kilómetros de Aquismón y son las 3:30 de la tarde, llevamos 8 horas y media de camino en la espalda y Steph en la pierna.  Tamazunchale cuenta con sólo una avenida que lo atraviesa, y esa avenida es la carretera por la que circulamos. El tráfico es denso y nuestra condición se ve mermada por estrés, cansancio y deseo de poder descansar. “¿Quieres que me detenga o seguimos, amor?” le preguntó, “seguimos” contesta ella con voz baja y tranquila, muy tranquila.

Cruzamos Tamazunchale, Aquismón se acerca agonizantemente, ya no sudamos, no hay líquido, ya no hablamos, no hay condiciones. Steph me pide repentinamente que me detenga, no aguanta la pierna, busco una zona segura con la mirada y detengo la BeMe “en corto”, Steph me pregunta si falta mucho al tiempo en el que yo veo el GPS… Sonrío, “mi amor, está a 500 metros, ya llegamos” “¿Neta?” sonríe ella, “Neta, amor, ya llegamos” digo contundentemente con una sonrisa desgastada pero infranqueable. Steph podrá descansar.

 Vemos el hotel… la paz llega a mi, llegamos con bien, vencí la neblina, el miedo, y estamos aquí, a punto de comenzar una aventura. En la recepción están dos “BeMers” texanos que nos invitan a cenar a las “eight o clock al mismo tiempo que practicas tu inglés” me dice uno, yo afirmo con la cara cansada tras las diez horas de viaje. Discúlpame amigo, pero el sueño nos venció, habría sido grato platicar contigo.

Comienzan Ahora sí las vacaciones.

Comienzan Ahora sí las vacaciones.

Nos despertamos 8 Am, no hay alarma ni cosas obligadas por hacer, sólo pensar en dónde ir. “¡Vamos al sótano de las golondrinas!” Es decisión unánime y partimos hacia allá, ahora el clima nos da calma y tranquilidad, además la carretera es menos sinuosa y con baches mucho más “aceptables” Llegamos a la entrada del sótano, y al leer “560 escalones al sótano” nos damos cuenta de que las vacaciones están aquí: escalones de piedra llenos de arboles, olor a café de olla, artesanías hechas por pobladores, momentos de paz y nada más…

 Llegamos al escalón 560, donde hay personas que te sujetan a un árbol para que puedas asomarte al sótano con seguridad. Steph se asoma, yo sólo me veo en medio de la nada y de todo, un frondoso lugar con pobladores y turistas que respetan a la naturaleza: no hay basura, nadie fuma, nadie grita para no espantar a las especies, hay calma y armonía.

Golondrina

Golondrina

Preguntamos si las golondrinas decidirán salir, nos comentan que salen 6 am y regresan 5:30-6 pm y a penas son las 2 de la tarde. Mañana volveremos, es un hecho. Mientras tanto, nos esperan 560 escalones de subida entre risas y bromas con olor a verde, sin olvidar los abrazos y los besos naturales.

 Antes de llegar a donde dejamos la “BeMe” notamos que un columpio se asoma de un pequeño risco de 5-6 metros, el título del mismo es “Columpio de las nubes” y “5 pesos por persona”. Pues vamos a ver cuántas sonrisas sacan 5 pesos.. ¡El nombre más atinado a un artefacto en años! Sientes cómo sales volando a la Huasteca Potosina, que te adorna los pies cuando estás en el punto más alto. Las carcajadas fluyen, bellas imágenes en la mente, el corazón, y ahora sí, la cámara.

  Llegamos a la motocicleta, el camino de bajada es verdaderamente sinuoso, pero seguro dentro de los límites, se asemeja al cerro de la estrella y yo me siento como en la película de Fast&Forious Reto Tokio con semejantes curvas, es un momento bello.

 Llegando a la entrada de Aquismón, y casi al unísono nos preguntamos Steph y yo: “¿Vamos al castillo de Edward James?” Tras ver el GPS rápidamente le comento que “son 35 kilómetros, como 50 minutos, ¿vamos? Es temprano aún”, “¡Vamos!” Responde ella con su increíble sonrisa “motista”.

 El castillo está justo antes de entrar al poblado de Xilitla,  debemos circular en medio de una ligera zona boscosa tropical con olores nativos, colores y personas que forman la naturaleza del lugar. La calidez se hace presente a pesar del clima templado.

El ver el castillo a lo lejos me recuerda al “Hombre manos de tijera” y la gigante construcción en medio de la nada, pero visible a todo el poblado, con ese misticismo por recorrerlo completamente y con el suspenso latente de encontrar algo nuevo: una forma que nadie había interpretado, un pasadizo, tal vez una nota dejada por James, algo…

Laberinto

Laberinto

Es como estar jugando en un laberinto tamaño Adulto. Steph y yo buscamos más y más puertas, intentamos recordar el camino: por aquí ya pasamos, vayamos por allá, ¿y las pozas? ¡Vamos a las pozas! Vamos a lo más lejos del castillo. Felicidad

Las imágenes de tan bello lugar surreal no pueden faltar

Mejor acompañado

Mejor acompañado

Salimos del Catillo, el hambre y deseo de más Xilitla es basta en nosotros, “¿vamos a a cenar algo?”, “Sí, ¡vamos!”

Camino al centro de Xilitla vemos un local de motos abierto, ¡a las 7 pm del 29 de Diciembre un local de motos abierto! ¡Gracias Dios de las motos! Llego con el joven mecánico y le comento la situación, no hace falta preguntar para ver su pasión por las motos y el hecho de ayudarnos a tener unas mejores vacaciones, sin pensarlo dos veces se pone a limar, cortar, buscar y demás actividades para adaptar un posapie a la “BeMe”… es un momento de tensión.

¡Por fin listo! El mecánico sudó e hizo entrar un posapie de Italika a la BeMe, sonrío a lo grande y pruebo el posapie, ¡quedó mejor que los que trae de agencia! “¿Cuánto te debo?, mi amigo” le pregunto con ganas de darle un abrazo, “50 pesos con todo y el posapie” Ganas no me faltaron de besarlo en la frente por tal hazaña y precio.

Un cartón de cahuamas

Un cartón de cahuamas

Llegamos al centro de Xilitla con esperanza de quesadillas, enchiladas o algo “lugareño” vemos un local de pizzas con algo de gente y decidimos entrar, contradicciones, lo sé.

 \Ö/ Madre mía de pizzas, de lugar, de música, de ella y yo, ¡de todo! Nunca te olvidaré, pizza meat, de verdad. Stephanie y yo cenamos como si no hubiera mañana, el día lo vale.

Alimentación

Alimentación

Nos esperan 37 kilómetros de regreso, pero ahora ya conocemos la carretera, vamos con barriga llena y momentos surrealistas, además de un posapié que da confort. Llegamos con calma, nos vemos fijamente y sabemos que al día siguiente iremos a las Cascadas de Tamul.

  Una mañana de verde a su lado.

 Es un buen día, nos levantamos temprano y tomamos camino a Tamul, unas cascadas de agua clara nos esperan. Del Hotel a Tamul son 45 kilómetros, algo así como hora y media por caminos sinuosos y terracería agradable: me siento por fin en un terreno en el que la motocicleta es única, fugaz, ágil y atrevida, sin olvidar que vamos verdaderamente cómodos.

Llegamos a la entrada de las cascadas y el hambre abarca nuestros emocionados cuerpos, paramos en un pequeño restaurant hogareño: buena comida, buen clima, gente agradable y un guía de turistas que nos comenta nuestro craso error: “no jóvenes, debieron hospedarse sólo una noche en ese lugar, después conforme van visitando lugares, se hospedan en ellos y así no pierden tiempo regresando a su lugar de hospedaje”. Considero esa opción para la próxima visita, aunque esta vez no dejaremos que nada nos permita conocer lugares tan bastos de armonía, colores naturales tenues y sonidos que calman bajan las pulsaciones.

  Llegamos a las cascadas, el verde azulado es increíble, y más con Steph <3, dan ganas de aventarte al agua y  hacer tonterías, ni qué decir de la piedra clara de todo el lugar: estamos conociendo México a bordo de una motocicleta, estamos viviendo experiencias con todos nuestros sentidos al máximo, y nuestros corazones se aceleran por velocidad, belleza y amor: Felicidad, aún más.

Un clavado?

Un clavado?|

 

Salimos de Tamul con una sonrisa de niño en día de reyes, cansados como pocas veces, pero

aún nos queda regresar al Sótano de las Golondrinas, como lo prometimos ayer.

 Son las 4:30 pm, las golondrinas comienzan sus descensos a las 5:30-6pm y estamos a 45 kilómetros de terracería nata: es la vía más rápida. “Sí llegamos, ¡vamos!”

 Aceleramos el paso en una BeMe totalmente inquebrantable y noble, con el ABS desactivado y la esperanza de lograr lo logrado: Golondrinas que cortan el viento a más de 160 kph y con un sonido que asemeja oleaje tranquilo pero constante. Estamos presenciando una metáfora de la propia naturaleza, pero es hora de volver, la oscuridad nos alcanzó en medio de la nada y subimos los 560 escalones a la luz de la luna, con los mismos olores de ayer, pero ahora con la oscuridad disimulada a nuestros pies.

  Saltos que suman 40 metros

 La mañana del 31 de Diciembre decidimos ir a Cascadas de Micos, “vamos a pegar unos buenos brincos en las cascadas” es lo que pensamos, sabemos dónde queda más o menos, pero preguntando se llega a cualquier lugar, y justo así es como logramos entrar a las Cascadas.

 Estacionamos la moto y el cuidador nos comenta que es recomendable comprar unos “tenis de agua” para poder disfrutar mejor el camino entre agua y piedra; se ve honesto, vamos a comprar unos. Compramos un par para cada quien y los estrenamos al momento: “¿Les ponemos una bolsa?” “No gracias, nos los llevamos puestos”.

 Llegamos a donde están los guías, nos comentan la logística y aceptamos pagar la módica cantidad de $150 por cada quien a cambio de un casco, chaleco salvavidas y un guía bastante servicial y conocedor de la zona.

De lo mejor

De lo mejor

 Cascada de Micos se trata de recorrer una fila de cascadas pequeñas por tierra para comenzar a saltar de las orillas de cada una desde la cascada inicial. Son un total de 5 saltos, el penúltimo siendo el más alto con 8 metros de altura, donde casualmente caí mal, ¡sí! ¡Caí mal de la cascada más alta!  El dolor en mi glúteo duró más de 3 días, pero al igual la felicidad por el recuerdo. Salimos cansados de las cascadas y decidimos comer algo en el lugar, una mojarra será. Pff, ¡Vaya que necesitábamos sentarnos! Éstas han sido unas “vacaciones” diferentes para ambos: saltar de una cascada, flotar en medio de unos rápidos ligeros en las cascadas de Tamul, bajar y subir 560 escalones dos veces, montar una motocicleta en una vía secundaria sin pavimentar, ¡es algo nuevo y excitante!

Terminamos las mojarras que nos remitieron al mar y vamos a ver los ”recuerditos”: le compro una pulsera a la “BeMe” mientras Steph obtiene el tradicional llavero de cada aventura. Es hora de regresar a descansar.

 ¡Uops! Ya es año nuevo!

 El cansancio post-cascadas nos tira en la cama, estamos exhaustos y dormimos como si no hubiera mañana. En una de esas, Steph ve el reloj despreocupadamente para descubrir la hora: “Rodrigo, son las 11:40, ¡en 20 minutos es año nuevo!” Nos paramos, ya no da tiempo de bañarnos, ni modo, a recibir el 2016 mugrosos, pero juntos y felices. “Corre, faltan 5 minutos”, “¿qué hacemos, bajamos a la recepción, a la alberca o qué?”, “No sé, creo que en la recepción habría algo, vamos”.

 Bajamos faltando 2 ó3 minutos para año nuevo, y mientras nos acercamos a la recepción escuchamos cohetes mientras vemos abrazos a lo lejos, “nos agarró año nuevo aquí, entre la alberca y la recepción, qué bien!” Es bello notar que no necesitas nada para festejar la entrada en un ciclo nuevo, sólo a ella. Así es como nos sentamos a la orilla de la alberca a recordar anécdotas. Risas.

 La primera rodada del año

 Ensoñados, felices y naturales es como despertamos el primero de Enero de 2016, sabemos que es el último día antes de partir hacia el D.F. así que debemos aprovecharlo con nuestro última visita a una belleza natural: Puente de Dios y Cascadas de Tamasopo nos esperan.

 Salimos 9 am con la esperanza de tener un día increíble a pesar del clima lluvioso y frío. Tomamos los impermeables, las botas y todo lo necesario para no mojarnos sino hasta el agua clara de Tamasopo.

 Comienza el camino a Ciudad Valles: el asfalto está mojado, la brizna dificulta la visión y la carretera es medianamente sinuosa, la cosa no pinta bien. Atravesamos Ciudad Valles y nos comentan que “son aproximadamente 60 kilómetros hasta Tamasopo, por la libre a RíoVerde”. Ya son las 12 pm y continuamos el camino, la brizna ya ha mermado las botas y comienzan a sentirse empapadas, los guantes de igual forma contienen agua y no queda más que seguir por la Sierra Potosina, cada vez es más complicado continuar.

 La adrenalina surge al mismo tiempo que la preocupación: Tamasopo no se asoma cerca, mientras la neblina se vuelve cada vez más densa, los caminos agujerados por la falta de mantenimiento y el frío de la brizna hace que se torne como un camino agresivo.

 La Sierra es dura y comienza a hacerse presente: un camino de neblina pura y blanca con piso húmedo, al mismo tiempo que unas “chicanas” estilo Laguna seca o Jeréz te fuerzan a usar el motor de la mejor manera para generar tracción. Decidimos bajar el paso y seguir a una camioneta pickup y un Jetta para asegurarnos de no correr riesgo alguno, o al menos disminuirlo.

 Conducir una Sierra se resume a lo siguiente: Siempre debes ubicar si vas bajando o subiendo, de izquierda a derecha – si te vieran desde el cielo frente a la Sierra – o viceversa del cerro en curso, eso te dice cómo es que serán, de forma aproximada, las curvas, por ejemplo: Si vas subiendo de izquierda a derecha, sabes que habrá curvas muy cerradas hacia la izquierda, puesto que la idea es subir y cruzar por la parte más baja, al mismo tiempo que no debes perder tanta distancia en poder rodear, por lo cual, el manejo se resume así: Curva en U a la derecha, curva ¾ a la izquierda y una recta pequeña que te introduce a la curva en U a la derecha de nuevo. Subir es mucho más sencillo que bajar, puesto que la gravedad siempre te da una mejor tracción que la bajada, aunque en zonas altas las temperaturas bajan y eso puede llegar a distraerte y mermar tu conducción.

 Para este momento, estamos a unos 30 minutos de llegar a Tamasopo y seguimos a los autos que van igual de temerosos que la “BeMe”, en una vuelta a la izquierda, y levemente peraltada, la pickup pierde la tracción delantera, el Jetta la esquiva mientras la camioneta lucha por no irse al barranco, un montículo de tierra salva a la familia de desbarrancarse. Mientras eso sucede, yo detengo la BeMe en una bahía que le dio prórroga al control de la pickup. No sé qué pensar, ¿podríamos haber sido nosotros? ¿Qué sucedió? Veníamos a menos de 40 kph y derrapó de la nada. Tengo miedo. Con la motocicleta estacionada y direccionales puestas, le digo a Steph que debemos preguntarles cómo están y si requieren ayuda. Es una familia pequeña: padre de familia, esposa, una pequeñita de brazos y otra de 4-5 años que llora por el shock.

 “¿Están bien?” le digo con una voz llena de adrenalina – “Sí, gracias, sólo fue el susto” responde el padre de familia al momento en que yo reviso su camioneta y cómo es que ese montículo de tierra los salvó, la camioneta está atorada y es mejor no tocarla, está en riesgo de desbarrancar.

 “Va a necesitar una grúa, ¿trae teléfono?” – “Sí, es lo que estoy viendo, ya estoy llamando, pero al parecer no hay señal, creo que debemos esperar a que pase una”.

Confirmamos Steph y yo que no hay señal, le comentamos que seguiremos el camino para ver si encontramos alguna grúa, patrulla o algo que pueda ser de más utilidad que nosotros ahí parados. Nos agradece mientras arrancamos la moto. Estamos preocupados.

 Continuamos y vemos un Chevy arriba de una grúa, al parecer también derrapó o tuvo alguna falla debido a las circunstancias. Le comunicamos al “grullero” lo sucedido atrás y nos agradece; 5 kilómetros después vemos otro auto en grúa, al mismo tiempo que una patrulla con quien desahogamos lo sucedido. “Mandaremos apoyo inmediatamente” nos comenta el oficial de caminos. Nos hace sentir mejor la certeza de la ayuda que recibirá la familia.

 “Amor, ¿consideras que es bueno seguir? El clima está muy feo, la carretera muy peligrosa y creo que estamos arriesgándonos demasiado” le comento mientras regresamos a la motocicleta. “Si tú quieres que regresemos, creo que eso deberíamos hacer” me dice  “Vamos a continuar mientras lo evaluamos” comento yo de forma pensativa.

 Llegamos al poblado de Tamasopo, no hay nadie, ni turistas, ni pobladores, al parecer todos se encuentran en casa. “Disculpe, ¿sabe para dónde están las cascadas?” le preguntamos a una camioneta de turistas. “Sí, son hacia allá, íbamos a ir pero nos dicen que no está bien hoy por el clima, es mejor que regresemos”

 Pensamos lo mismo: Es mejor volver, Tamasopo quedará para la siguiente ocasión, nuestra seguridad es primero y por ningún motivo nos puede tomar la oscuridad en la carretera hoy, es una premisa ante semejante viaje.

 Llegamos empapados, cansados y tensos por la carretera, no visitamos las cascadas ni puente de Dios, pero estamos bien, eso es lo mejor que nos pudo haber pasado hoy, llegar con bien al hotel, y eso debe apremiar siempre, ante cualquier aventura: la seguridad.

 Debemos poner a secar todo, mañana regresamos al D.F. y los impermeables, botas y guantes están nadando en agua de lluvia.

  Es hora de dejar el olor a verde.

 Como todo buen viaje, es hora de volver a casa, pero ahora sabemos que no regresaremos por la Sierra hidalguense, sino por la carretera de Xilitla-Jalpan, cruzaremos la Sierra Gorda y tomaremos la México-Querétaro. Debemos salir bien preparados, ya que estamos un tanto “friqueados” por el día anterior: para conservar calor en nuestras manos, usamos algodón con guantes de látex bajo los guantes mojados, nos llevamos las botas en la maleta y forramos nuestros tenis con una bolsa negra y masking tape cada uno, quedan mejor que muchas botas de miles de pesos; es una versión súper pro de la clásica bolsa de repartidor en el D.F.: conserva el calor al igual que la postura del pie y es verdaderamente impermeable.

 Salimos con la esperanza de un camino tranquilo, un clima confortable y cero incidentes.

Y así fue, la Sierra Gorda de Querétaro nos brindó vistas increíbles, curvas nobles y asfalto calientito que agarraba las llantas de forma abrazadora.

 Gracias, Steph, mi Steph, por confiar en mí para esta aventura alrededor de los estados de Hidalgo, San Luis Potosí y Querétaro, gracias por confiar y descubrir conmigo nuevos caminos, nuevas formas, colores y experiencias. Te amo.

 Eres la persona con quien deseo descubrir y andar por caminos toda mi vida.

Lo mejor de la vida

Lo mejor de la vida