Una de las razones por las que creí que había una masiva asistencia a La Media Luna fue que, al llegar, vi en el estacionamiento muchísimas motos y motonetas de baja cilindrada. (En lo personal, defino baja cilindrada como todo aquel vehículo de dos ruedas y menos de 400cc’s.) No sabía yo que, hacia el centro y sur del país, se han popularizado estos medios de transporte debido a su bajo costo, su bajo consumo de combustible, y el ser posible estacionarlos en casi cualquier parte. Por eso era tan grande su número en La Media Luna, y por eso vimos tantos y tantos siendo conducidos por todo tipo de personas de todas las edades y sexos tanto en Río Verde, como en Xilitla, y yo solo después, en Matehuala. Bien por ellos, ponen su granito de arena para conservar nuestros recursos naturales no renovables.
Pero volviendo al relato…
Temprano en la mañana desayunó el grupo completo en un restaurante que está en la planta baja del Hotel. Ahí pagué mi penitencia por haber olvidado la cartera la noche anterior, y tuve el gusto
de pagar el desayuno de toda la raza. No fue mucho, éramos 4 personas y el centro del país es relativamente barato comparado con la frontera noreste.
Salimos en caravana, y varios Kilómetros después Almighty se detuvo haciendo señas de que lo siguiéramos. Propuso ir a ver una iglesia de hace varios cientos de años, miles tal vez, pero no sé; porque no llegué. Les explico: Mi Burgman 650AN es comodísima en carretera, pero en brecha y calles empedradas suena como si fuera a desbaratarse. Y el camino hacia el pueblo y la iglesia centenaria era empedrado. Aguanté un par de Kilómetros hasta que me detuve frente a una tiendita y les informé que no podía seguir, pues temía que algo se le aflojara y cayera a mi moto.
Así que los tres nobles aventureros siguieron su camino y yo me quedé a tomar unas cuantas fotos del lugar y sus calles empedradas.
Después de una hora ó más, regresaron y volvimos a tomar camino.
Salimos en caravana, y después de algunos Kilómetros, no sé cuantos, llegamos a un sitio en donde Almighty se detuvo y nos hizo señas de que lo siguiéramos. Es un paraje del cual no recuerdo el nombre, (no me critiquen, muy apenas me acuerdo de mi nombre, menos de los de tantas partes que visitamos) en el cual se unen dos ríos de aguas con color completamente distinto. Uno de ellos es de agua verdosa, como los ríos del noreste de México, el otro es de agua color café lodoso, como muchos de los ríos del centro y sur del país.
También hay un puente muy alto que lo cruza, y mientras tomábamos fotos y comentábamos semejante maravilla, pasamos ahí de 40 a 50 minutos.
Aquí debo aclarar que cruzamos la Sierra Gorda, no sé si antes ó después de lo que les acabo de contar. La razón por lo que no recuerdo fue que estaba casi aterrorizado ante tantas curvas, tanta altura y cero protección en tanta curva tan peligrosa. Íbamos dos novatos en ese tipo de camino: Eric el Rojo y quien esto escribe. Llegó un momento en el que el buen Zolín, que venía como último de la fila, nos rebasó y nos pidió que nos orilláramos un momento en una especie de mirador. ¿Recuerdan aquella película de Jim Carrey, “Tonto y más tonto”, donde van en una minimoto subiendo lentamente las montañas de Colorado, y se hace una enorme fila detrás de ellos? Bueno, eso nos pasó. Zolín nos dijo que ya había gente impaciente tratando de rebasarnos y que eso era muy peligroso. Así que dejamos que pasaran los autos y camiones, y reanudamos nuestro camino. Lo malo de eso fue que traté de ir más rápido, y en una curva casi me salgo, y en otra casi me embarro contra la montaña… Así que decidí bajar la velocidad é ir a mi ritmo de tortuga. Pensé en el viejo y conocido refrán: “Más vale tarde a que digan ¡Qué bueno era!”
Y así fue como llegamos a Xilitla. Lo malo es que llegamos en la tarde, cuando se veía que pronto comenzaría a oscurecer. Así que tras una rápida conferencia en el Centro del pueblo, decidimos buscar alojamiento y visitar Las Pozas al siguiente día, Domingo.
Según el plan original, ese Sábado llegaríamos alrededor del mediodía a Xilitla, pasaríamos la tarde visitando Las Pozas, y el Domingo partiríamos cada quien a su respectivo lugar de residencia. Pero el detenernos a admirar solamente dos de los muchos sitios interesantes en el camino, y debido a la novatez para manejar en curvas de su servidor nos hizo “perder” tiempo, que ya no se pudo compensar. Así que, nuevamente en caravana, salimos a buscar alojamiento, y tuvimos la suerte de que nos vio, y se compadeció de nosotros al ver nuestras caras de ¿Y ahora, pá’donde?, Pepe; dueño de Posada Paraíso, un agradable lugar, limpio y relativamente económico, situado a unas 5 ó 6 cuadras del centro de Xilitla.
Aquí debo hacer un pequeño paréntesis para describirles a Xilitla: está construida en cerros, y no simples cerritos como el centro de Reynosa. No, señores cerros, donde hay calles que algunos coches simplemente no pueden subir por lo inclinadas que están. Hay escaleras interminables las cuales hay que subir y bajar para ir a casi cualquier lado. Acabé con las piernas como trapo, y jadeando como si hubiera corrido 10 Kilómetros. Definitivamente, se necesita buena condición física para visitar a ese encantador pueblo.
Lo malo de tantas calles tan inclinadas, es que cometí un error de novato. Al bajar una de esas calles en nuestras motos, teníamos que dar una cerrada vuelta de 180º. Tan cerrada que quedé sin manera de completarla, y con la calle de bajada y yo a 90º en ella, pasó lo que tenía que pasar. La fuerza de gravedad hizo que, por más esfuerzos que hice para detenerla, mi Burgman se acostara. Lo bueno es que pude saltar a tiempo, pero me fui contra una pared. Por fortuna el casco amortiguó el golpe en la cara, así como mi chamarra de viaje amortiguó el golpe en el hombro.
El buen amigo Zolín inmediatamente fue en mi ayuda. Por fortuna no me pasó nada, excepto la vergüenza de caerme junto con la moto. También un amable desconocido en una moto roja que nos había rebasado, dio vuelta, y subió a toda velocidad la empinada calle para venir a ayudar. Ése es el famoso espíritu de hermandad entre los motociclistas del que tanto se habla.Así que mientras me desempolvaba Zolín levantó la Burgmac y nos dirigimos al hotel.
Ahí fue cuando se unió al grupo el buen amigo Omar, junto con su pareja Claudia, que después de varias peripecias, habían logrado llegar a Xilitla. Estoy seguro que su relato será uno de los más entretenidos, por lo que nos contó que pasó para llegar. ¡Hasta tuvo que armar su moto!
Bien, pues dejamos las motos acomodadas dentro del vestíbulo, y fuimos a cenar, platicar, etc. Omar y Claudia fueron por su cuenta a hacer un recorrido, mientras nosotros cenábamos en ese bonito pueblo que es Xilitla. Ya al día siguiente iríamos a Las Pozas.
No se pierda nuestro próximo capítulo: “Las Pozas”
Saludos desde Reynosa.